Lo moderno y lo antiguo no
siempre se llevan bien, no es ninguna novedad lo que cuento. Pero si a lo
antiguo le añadimos lo histórico, lo simbólico o simplemente lo evocador, y a
lo moderno le añadimos Rem Koolhaas o Norman Foster podemos liarla realmente
parda.
Recientemente conocimos la
existencia de dos proyectos en marcha en dos ciudades que significan mucho para
el imaginario colectivo, Nueva York y Venecia, y en dos edificios que están muy
íntimamente ligados al espíritu de ambas, la Biblioteca Pública
de Nueva York y el Almacén de los Alemanes de Venecia.
Previo al conocimiento de dichos
proyectos firmados por dos cabezas visibles de la arquitectura moderna, de
entrada a uno ya le saltan las alarmas. Hay arquitectos que creen que la mejor
intervención en un edificio histórico es aquella que haga que la gente crea que no
has intervenido. Foster y Koolhaas, a los hechos me remito, opinan distinto.
Sobre el proyecto de Venecia
surgen multitud de preguntas. ¿No hay otro sitio para un Koolhaas mejor que en
pleno Gran Canal?¿Es arquitectónicamente correcto que el arquitecto use un
lenguaje similar a proyectos puramente modernos en una rehabilitación de un
edificio histórico?¿Cuanto de necesario es que haya escaleras mecánicas
surcando el patio renacentista o que se destruya la cubierta para crear una
azotea con suelo de vidrio? e incluso hasta podríamos cuestionarnos el hecho de
que el edificio de Correos veneciano pase a ser un centro comercial de
Benetton...
No se si soy quien para
cuestionarme la labor del señor Koolhaas pero ¿De verdad es buen arquitecto
alguien que obvia la riqueza del edificio con el que trabaja para imponer
soluciones formales propias de su catalogo de obras? Y lo digo después de haber
disfrutado de la Casa
da Música en numerosas ocasiones y de analizar hasta la náusea otros proyectos
suyos.
El caso de Nueva York no difiere
del anterior, la gran Biblioteca Pública de Nueva York va a ser remodelada, en
principio si nadie lo remedia, por Norman Foster de aquí al 2018. El concepto
del proyecto es claro y comprensible, adaptar una de las mayores bibliotecas
del mundo al siglo XXI con nuevos sistemas de almacenamiento, acceso a los
libros y conservación de los mismos. Hasta aquí todo correcto. Quienes apoyan
el proyecto consideran que busca abrir el edificio al ciudadano de a pie que se
intimida ante él. Desconozco la capacidad intimidatoria de los neoyorquinos
pero si ellos lo creen, amén, hasta aquí también compro. El problema aparece
cuando vemos los renders propios de
un resort caribeño y las plantas con
triples alturas innecesarias dentro de un edificio "beaux art", no
por el hecho de ser triples alturas si no porque no aportan nada al funcionamiento
de la biblioteca y crean un caos circulatorio en el que una escalera doble
semicircular en tres tramos (ninguna escalera cuyo nombre te obligue a hacer
una pausa para respirar al leerlo puede ser buena...) busca el protagonismo que
deberían tener otros elementos. Una vez mas Sir Norman busca imponer su
"estilo" autista con lo existente.
En la entrada de la biblioteca
por la Quinta Avenida
hay dos leones presidiendo la escalinata cuyos nombres son muy reveladores:
Paciencia y Fortaleza. Paciencia para venecianos y neoyorquinos, fortaleza para
que los arquitectos puedan dejar a un lado sus egos y en lugar de mirarse el
ombligo miren los muros sobre los que proyectan.