Estupefactos asistimos hace unos días a la desaparición de todo el
arbolado de la emblemática plaza de As Conchiñas, única zona verde de uno de
los barrios con mayor densidad de población de A Coruña, el Agra do Orzán. Una
catástrofe ecológica para un barrio que necesita oxígeno por todas las
esquinas. Esta vez no se justifica la tala por enfermedad si no por el
"escaso valor" del arbolado. Esta aseveración es a todas luces
atrevida, ¿que criterios usa el concello para considerar el valor de unos
árboles? Al parecer, según la concejalía del ramo, su rápido crecimiento. Es
decir, medimos el valor de los árboles de un espacio público de la ciudad como
si fuéramos madereros que vamos a vender la madera al peso. En todo caso esta
visión coincide con la idea expuesta por el alcalde de que el aspira más que a
ser un alcalde a ser un director de comercial de la ciudad.
La plaza, cubierta por plátanos
de gran porte separados convenientemente de los edificios, sustituyó a finales
de los 80 al barrizal que existía desde la construcción del barrio. El espacio
era, ante los ojos de quien se situaba en el medio de la plaza, realmente
agradable, y los árboles creaban una pantalla verde que tapaba los desmanes
urbanísticos de los años 60 y 70 que tanto sufrió la zona. Podemos decir por
tanto, que esos árboles ponían en valor un espacio que a priori no era
interesante. Ese tipo de valor al parecer no es comercialmente computable.
La necesidad de su tala para construir
el parking subterráneo es más que cuestionable. Hay proyectos por Europa
adelante, incluso alguno en la propia ciudad y a escasa distancia de As
Conchiñas, en los que se consiguió mantener el arbolado construyendo un
aparcamiento bajo la plaza. No voy a entrar en los motivos a favor y en contra
de construir el aparcamiento, daría para un gran debate, aun así anticipo que
lo veo de entrada innecesario, existiendo además de aparcamientos en la zona,
otros puntos donde sería posible construirlo sin tener que destruir el espacio
de As Conchiñas.
Llevamos décadas reclamando la
protección del patrimonio edificado de la ciudad y ahora deberíamos dar un paso
más y reclamar protección para el patrimonio vegetal y espacial de la ciudad.
Llevamos años viendo como se talan árboles con excusas dispares, algunas
bastante cuestionables. Y al mismo tiempo vemos como las reformas urbanas
convierten las calles en espacios grises en los que los árboles no forman parte
del proyecto. Cuando así es, los ciudadanos vemos con asombro como se reforman
las reformas para eliminar el poco arbolado que se había instalado. Cercano
tenemos el ejemplo del Corredor Verde de la Avenida de Oza, que se volvió gris (naranja a
medias) con la opinión en contra de los vecinos de la calle y en aras de una
movilidad mal entendida.
Es necesario y obligado exigir
que en las calles que sea posible por soleamiento y ancho se planten árboles
que ayuden a oxigenar los barrios de la ciudad. La búsqueda de una imagen verde
de las calles y el estudio detallado del arbolado necesario debería ser un
punto a favor a la hora de escoger proyectos urbanísticos. Proyectos como el
realizado en Orillamar, donde hubo una plantación masiva de árboles a lo largo
del eje, o el Campo da Leña donde se mantuvo el arbolado existente poniéndolo
en valor y además se realizo el plantado de nuevos ejemplares, no deben ser
casos aislados.
El arboricidio cometido en As
Conchiñas forma parte del peor terrorismo urbanístico que podía existir y que
creíamos erradicado de nuestras ciudades hace años. Alguien debería irse y
pedir perdón por dejar a la ciudad sin una de sus plazas verdes más
emblemáticas.
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