5.27.2013

De lo vacío a lo racional


Uno empieza a estar bastante cansado del discurso fácil de la crisis en cuanto a la Arquitectura.  Construir de acabó, no se va a proyectar nada, hay que buscar otras vías a nuestra profesión,... Afirmaciones de quienes no quieren reconocer que lo que se acabó es construir mamotretos sin uso, proyectar edificios espectáculo o usar la arquitectura como vía de escape de los egos de cada uno.
En el año 29, mientras los inversores se tiraban por la ventanas en una crisis no muy diferente a la actual, en Nueva York se construía el último rascacielos de una época de ostentaciones, el Empire State. Con una comparación rápida podríamos decir que era el Gaiás de aquellos tiempos, un mamotreto maravilloso construido por quienes no querían que parase la fiesta de los años 20. El Empty State como lo llamaron los neoyorkinos, estuvo vacío hasta los años 50. La moraleja de aquella locura no tardaría en darle a la cara de los que pensaban que los felices años 20 eran la pauta para superar la crisis. Tras el crack, el racionalismo se abrió paso como una respuesta a lo verdaderamente necesario y el fin de lo superfluo, atrás quedaban el art nouveau y el art decó como espectros del pasado.
Una vez más esta teoría de la historia como un hecho cíclico se demuestra real, y nos coloca ante la tesitura de que Arquitectura queremos para después de la crisis, o incluso para durante la crisis, ya que parece que va para largo. Tenemos ciudades llenas de Empty States y ciudadanos que gritan a los cuatro vientos que la Arquitectura ha muerto, cuando lo que ha muerto es esa obscenidad en la que vivíamos instalados.
Lo simple y lo racional siguen siendo el camino para salir del pozo en el que nosotros nos hemos metido y del que no quieren que salgamos. Una mirada a la arquitectura nórdica se hace más que conveniente, y no tanto a la actual como a la de Asplund, Lewerentz, el Utzon mas racional, Aalto,...




Girar la cabeza a Portugal y revisar la arquitectura de los pequeños detalles y de las simples necesidades de Siza, Távora, Nuno Portas o Souto Moura...


Dejarnos de estrellas fugaces y valorar la arquitectura española pura y sin estridencias, la que perdura, Moneo, Campo Baeza, Bohigas,...


Recuperar a Corrales y Molezún, a De la Sota... más modernos hoy que mucha de la arquitectura que llena las revistas.



La Arquitectura no se ha acabado, se acabó un modo de entenderla que nació muerto y al que algunos se aferran porque realmente no saben hacer otra cosa que pompa y espectáculo. No saben solucionar problemas sin crear otros.



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